Permafrost su importancia en el planeta Tierra
por Sandra B
Es gracias al permafrost que se mantiene congelada toda esa superficie de hielo y nieve del Ártico.
El permafrost o permahielo, puede darse en vastas llanuras cubiertas de nieve, en la tundra ártica así como en lugares más pequeños y aislados como la cima del Tíbet o las Montañas Rocosas que recorren Estados Unidos y Canadá.
Esa capa de nieve que nuestros ojos alcanzan a ver que es de unos 10 o 15 centímetros, se llama capa activa y bajo ella se encuentra el permafrost, que funciona como una amalgama de tierra, rocas y arena que se mantiene junta por el hielo a lo largo de todo el año, ya sea invierno o verano.
No todos los paisajes que vemos cubiertos de nieve son permafrost. En la mayoría de ellos el manto blanco se derrite cuando las temperaturas empiezan a subir y el subsuelo –esa capa por debajo de la superficie– no está congelada.
Las zonas de hielo permanente se dan en altitudes altas o zonas de alta montaña - comúnmente en el hemisferio norte - como Siberia, Alaska, el norte de Canadá y Groenlandia, pero también aparece en partes del hemisferio sur, como las montañas de los Andes o la Antártida, para ser precisos en la Patagonia. En total el permafrost cubre casi el 25% del globo terráqueo.
Los paisajes blancos de tundra no tienen árboles, debido a que, las raíces no pueden penetrar la capa de permafrost. Todo lo que crece por estos parajes es musgo, liquen –una especie de musgo amarillento– y distintos tipos de matorrales, juncos y arbustos bajos de raíces muy cortas, muchos de los cuales florecen con arándanos, grosellas o moras de pantano y es precisamente esta flora la que sirve de alimento para animales como los osos grizzli o los caribús.
La capa activa que cubre el hielo permanente tiende a derretirse ligeramente cuando llegan los meses más cálidos y la temperatura sube de los 0˚C, convirtiendo esos paisajes en terrenos empapados donde aparecen humedales, ciénagas, pantanos y pequeños lagos que también albergan algún que otro tipo de flora que sirve de alimento para la fauna local.
Ya cuando llegan los meses más fríos y las temperaturas descienden de nuevo, esa capa activa se vuelve a cubrir de nieve.
Lo alarmante, es que el derretimiento de esta capa helada también afectará a los ecosistemas marinos, pues supondría una llegada a las aguas de materia orgánica, mercurio o cadmio, aumentaría el nivel del mal, produciría un cambio en su salinidad y en la temperatura del agua.
De hecho, existen proyectos que monitorean y tienen como objetivo analizar el efecto del derretimiento de la costa y del permafrost del suelo marino en el cambio climático.
Si se derrite el permafrost, se ponen en peligro las comunidades que habitan en esos gélidos territorios.
El calentamiento global está haciendo que buena parte del permafrost de la Tierra se derrita, dando lugar a devastadoras consecuencias. Por ejemplo, cada vez más tundra está desapareciendo y transformando los paisajes blancos en parduzcos por toda esa nieve derretida convertida en fango y lodo.
El problema está en que los arbustos y matorrales que dan frutos también desaparecen, haciendo que muchos animales no tengan con qué alimentarse y todo el material biológico que queda atrapado de manera perenne bajo esta capa de hielo queda expuesto, se descompone a gran velocidad y libera unas cantidades de CO2 y metano que son perjudiciales para la capa de ozono, acelerando el calentamiento global.
Junto con estos gases, al derretirse el permafrost aparecen distintos virus y bacterias que pueden ser perjudiciales para la salud de los humanos y muchos animales, alterando el ecosistema y poniendo en peligro los entornos naturales en los que vivimos.
Y por increíble que resulte, los científicos han descubierto en algunas partes de permafrost derretido microbios con más de 400.000 años de antigüedad. Pero eso no es todo: el hielo derretido hace que los niveles del mar aumenten y este es uno de los principales motivos por el que los expertos estudian y monitorean constantemente la evolución del permahielo en la Tierra, que ya ha menguado casi un 10%.
Recordemos que en estos gélidos territorios también viven distintas poblaciones, como los inuit, que habitan territorios del norte de Alaska, Canadá y Groenlandia y dichas comunidades construyen sus casas sobre esta tundra que se sustenta por el permafrost que, aunque no lo parezca, puede llegar a ser más sólido y resistente que el cemento. La cuestión es que si llegará a derretirse, sus casas y diversas infraestructuras se hundirán y desaparecerían, poniendo en peligro la existencia y la forma de vida de estos esquimales.
